Cementario San Jerónimo
Desde la época colonial el lugar de descanso de los fallecidos eran los camposantos de las nueve iglesias de la ciudad. Pero al transitar las primeras décadas del siglo XIX la población de nuestra ciudad crecía rápidamente con la llegada de grupos de inmigrantes, y esto comenzó a generar dificultades, sobre todo en el plano sanitario.
En este marco, una serie de epidemias azotaron la ciudad, como la de escarlatina de 1838 o la de viruela de 1843 y se decidió entonces marcar políticas higienistas en la ciudad. Una de ellas fue la de crear un cementerio en un sitio, por entonces, alejado de la ciudad. Se discutieron distintos terrenos y finalmente el gobernador Manuel Lopez encargó al jefe de Policía un plano para establecer un cementerio público al oeste de la ciudad, en un lugar de dos cuadras cuadradas cercado con tapias en las inmediaciones del Pueblito (un antiguo asentamiento nativo).
Como toda gran necrópolis, es proclive a atraer historias de fenómenos paranormales, relatos de algún alma que no tiene descanso o simplemente malos recuerdos de tragedias y sufrimientos.
Una leyenda que suele repetirse con diversos matices en muchos lugares es la de “La pálida mujer que viaja en un taxi a medianoche”, que habla de choferes estremecidos y de esta extraña pasajera que desciende en las puertas del camposanto y en vez de ingresar por la puerta principal atraviesa el muro perimetral, dejando helado al conductor que la observa desde el interior del coche y no le dan los pies para acelerar la marcha y alejarse del sitio.
Otra es la de “La campera en la tumba”, un relato que se cuenta a lo largo y ancho del país y que admite distintas versiones, como la de la “mancha de café”. En nuestra ciudad se hizo popular de la siguiente forma: fue en un baile, dos jóvenes se conocieron, simpatizaron y bailaron toda la noche juntos. Al final de la madrugada, ella decide partir hacia su casa y el muchacho se ofrece a acompañarla, aunque tiene que insistir hasta que ella finalmente acepta.
Al caminar él nota que la joven temblaba de frío y tenía el cuerpo helado, él se quita la campera y se la ofrece amablemente, poniéndosela sobre los hombros. Cuando llegan muy cerca de la casa, ella le agradece por acompañarla pero le pide que la deje caminar los últimos pasos sola; le da un cariñoso beso en la mejilla para despedirlo y se marcha.
Al día siguiente, el muchacho siente los fervientes impulsos del enamoramiento queriendo verla otra vez. Así que con la excusa de recuperar su campera, vuelve al lugar donde la dejó, al preguntar por ella, sus padres extrañados le comentan que sí, por la descripción era su hija, pero que tristemente había fallecido hace unos años.
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Mapa
Cementerio San Jerónimo, Doctor Pedro Chutro, GMK, Córdoba, Argentina