Ciudad Universitaria y la Plaza de la Memoria
Por Pupina Plomer
La “Plaza de la Memoria” se encuentra en Ciudad Universitaria frente al Pabellón Cepia, el campus donde funcionan la mayoría de las Facultades de la Universidad Nacional de Córdoba. En este predio, donde miles de estudiantes asistían a diario, el movimiento estudiantil se transformó en un verdadero espacio de encuentro para dirigentes, militantes y simpatizantes dispuestos a impulsar una acción transformadora frente al Terrorismo de Estado entre 1976 y 1983.
Sabemos que durante ese tiempo los militares llevaron a cabo un plan para disciplinar y despolitizar a los ciudadanos, quitándoles sus derechos y libertades. También sabemos que esto incluía un plan sistemático de secuestro, tortura y desaparición de personas que pensaran diferente a ellos. Todo esto enmarcado en la llamada “Doctrina de Seguridad Nacional”, que estableció purgas ideológicas de “infiltrados” en los estamentos partidarios y gubernativos, extendiéndose hasta el ámbito universitario.
Según esta estrategia represiva, elaborada por EEUU en el marco de la Guerra Fría, la “guerra interna” era la única respuesta frente al peligro de la “invasión comunista”. En ese sentido se consideraba que, debido a la expansión comunista, la defensa nacional ya no podía ejercerse sólo a partir de los parámetros de una guerra clásica (territorial y de fronteras en el plano militar) sino que la defensa de la “civilización occidental y cristiana” ante la “amenaza marxista” exigía dar la batalla en todos los frentes: en el ámbito de la cultura, la educación, la economía, la política y la sociedad en su conjunto.
Así, mediante el terror y la censura, impusieron un ideal de sociedad ordenada y controlada desde arriba. Control que también incluyó a la Universidad Nacional de Córdoba.
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Jóvenes enemigos y jóvenes héroes
En términos generales, y antes de hablar específicamente de las medidas que se tomaron acá, los militares querían refundar un nuevo orden, y las juventudes tuvieron un lugar especial. Estaban las juventudes prohibidas y las juventudes celebradas. ¿Cuáles eran estos modelos? Desde una mentalidad autoritaria y militarista, la juventud podía catalogarse en tres grandes grupos: “enemigos-subversivos”, “heroicos-virtuosos” e “indiferentes-desorientados”. Para empezar, los “heróicos” eran esos jóvenes católicos, nacionalistas y obedientes, esos que hacían la colimba y formaban una familia. Totalmente del otro lado estaban los “subversivos”, “el enemigo” para los militares. Esos jóvenes a quienes identificaban con el comunismo, que eran ateos e inmorales según sus modelos. Bueno, de acuerdo a los militares, las Universidades eran semilleros de estas juventudes, y por eso había que controlarlas y exterminarlas.
En ese contexto Córdoba se caracterizó por la existencia de una gran población de estudiantes políticamente activos, con una herencia simbólica del Cordobazo muy reciente y gran capacidad de organización.
Una de las prácticas más comunes para controlar el estereotipo de lo que era un “subversivo” para los militares era ir contra su estética, que según ellos, se vinculaba al movimiento hippie y guerrillero. La forma de prohibir su existencia en las Universidades, al menos desde lo físico y estético, era atacar tendencias como barbas o pelo largo en los hombres. La dictadura estipuló que los cabellos, en el caso de los hombres, no podían rozar el cuello de la camisa y sus rostros tenían que estar afeitados. Quienes no cumplían esa norma podían ser detenidos y rasurados en una comisaría. En ese contexto, se entiende que uno de los temas musicales exitosos en 1976 en Córdoba fue “Cortate el pelo, cabezón”, cantado por Carlos “La Mona” Jiménez.
Fue así que la dictadura militar tuvo como objetivo controlar a la Universidad Nacional de Córdoba, censurando sus planes de estudio, expulsando docentes, secuestrando y desapareciendo estudiantes, docentes y no docentes. Producido el golpe de 1976, las Universidades fueron intervenidas por delegados militares. Con la designación del Comodoro Jorge Pierrestegui en la UNC, se consolidó el entramado de inteligencia y espionaje ligado a las fuerzas represivas. A partir del 76 se generalizó la represión con toque de queda, estado de sitio, allanamientos, operativos rastrillo y controles varios.
Los interventores militares ocuparon directamente los espacios universitarios, al frente del rectorado y los decanatos, y se prohibió toda actividad política o gremial. Además se exigió a los estudiantes certificados de domicilio y buena conducta dados por la policía, la exhibición de documentos y libretas universitarias para el ingreso a clase y la notoria presencia de extraños en las aulas que ejercían funciones de vigilancia.
Como signo distintivo, se utilizó documentación como legajos personales y fotos para la persecución y para la represión, reuniendo información que sirvió para los secuestros, las desapariciones forzadas y los asesinatos de estudiantes de todas las facultades. Los interventores militares crearon también diversas comisiones integradas por docentes, mediante las cuales se propuso “reorganizar” la universidad y “normalizar” su funcionamiento. Estas comisiones sirvieron también para realizar el “control ideológico de programas”, organizar congresos y jornadas “de formación docente para dar nuevas orientaciones a la enseñanza universitaria”.
Se estima que fueron más de 200 las y los desaparecidos vinculados con la UNC entre 1976 y 1983, sin incluir a estudiantes secundarios de la Escuela “Manuel Belgrano” y el Colegio Monserrat, dependientes de la UNC. Las Facultades que registran el mayor número de desaparecidos son la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño, la Facultad de Filosofía y Humanidades -que en ese momento incluía a Psicología- y la Facultad de Ciencias Médicas. La Plaza de la Memoria, con sus grupos de sillas vacías ordenadas alrededor de árboles, fue construida por su memoria, verdad y justicia.
Mapa
Plaza de la Memoria, Córdoba, Argentina