Árboles de la vida
Una de las prácticas del terror llevada a cabo por los militares en la última dictadura fue el secuestro de personas, secuestro que en gran parte de los casos terminaba en tortura y posterior desaparición. Quienes sufrieron esto eran “chupados”, como se decía en la época, de cualquier espacio. Durmiendo en su casa, yendo a estudiar, al trabajo, caminando por la calle, o donde sea. En todas partes. El sistema de inteligencia desplegado por los militares rastreaba a la persona, y con mucha violencia se la llevaba por lo general en un Ford Falcon verde u otro vehículo militar.
En este sentido,Córdoba fue uno de los lugares donde el Estado Terrorista se implantó con especial violencia, e incluso desde antes del Golpe Militar del 76. ¿Por qué decimos que en nuestra provincia hubo una violencia particular? Recordemos que en los años sesenta Córdoba tuvo un gran protagonismo nacional por sus protestas urbanas y agitaciones sociales y políticas, como el Cordobazo del 69 por ejemplo. En esa década obreros, estudiantes y la pequeña burguesía coincidieron en la protesta, y se expresaron contra la dictadura denominada Revolución Argentina de 1966. Esa experiencia hizo que la Dictadura del 76 buscara “eliminar al enemigo interno” con mayor fuerza en la provincia.
Así llegamos a sus métodos de secuestro, tortura y desaparición. Ya dijimos que las personas eran “chupadas” en cualquier lugar, y hoy esos espacios son reconvertidos en sitios de memoria. El proyecto “Memoria en todas partes” literalmente está en todas partes. Podemos encontrar una mención en cualquier punto de la ciudad, porque la dictadura militar no discriminó espacios, clase, género ni tipo a la hora de desplegar su plan sistemático de desaparición y tortura. Existen espacios que tienen diferentes significaciones del pasado y por eso intentamos marcarlos, inscribirlos de sentido y convertirlos en vehículos de memoria.
En los años 2012 y 2013, en el marco de la “Mega causa sobre el terrorismo de Estado en Córdoba” se plantaron árboles por toda la ciudad en homenaje a las 253 víctimas del juicio, que fueron desaparecidos por el Terrorismo de Estado. Esta intervención urbana de los “Árboles de la Vida” siguen trazando un mapa en la ciudad de Córdoba y siguen siendo parte de un territorio en permanente disputa de sentidos. En un primer momento, la intervención se pensó como algo efímero, pero después trascendió esa intención. Las demandas de las familias y la sociedad, que se apropiaron de la actividad, provocó que cada “Árbol de la vida” tomara rumbos diferentes. Porque así como hubo familias que hicieron del dolor una lucha política y en ese recorrido fueron llenando algunos vacíos, hubo muchos que aún persisten silenciados.
El juicio a los genocidas trajo luz y verdad. Desenterró la desaparición y salió a gritar que esas personas habían existido y habían sido asesinadas. Sus familias, que también habían sido silenciadas, encontraron en los Árboles de la Vida un lugar y un espacio donde gritar y escupir tanto silencio. Los Árboles de la Vida trascendieron el juicio a los militares, y hasta trascendieron su objetivo de homenaje o difusión, hasta trascendieron a las familias. Esos árboles hoy nos permiten conocer una historia, un nombre, un rostro, además de conocer que por ese crimen sus responsables estuvieron -o están- siendo juzgados. La idea, más allá de recuperar historias de vida de personas secuestradas, es la de interpelar a los vecinos de cada barrio sobre la desaparición de personas durante el Terrotismo de Estado. Por eso, en Córdoba, la memoria está en todas partes.