“Entre Olmos y Maipú, de mi Córdoba querida, hay justito en esa esquina, el barcito Bon que Bon. Donde nacen ilusiones con sonidos musicales, y un cuarteto tocará en los bailes populares…”, así comienza el tema compuesto por Aldo Kustin que La Mona Jiménez, a través de su icónica interpretación pusiese en el acervo del cuarteto la figura del reconocido bar cordobés.

Fundado en 1974 el reducto congregó durante años al mundo cuartetero que visitaba la antigua sede de la radio LV2. Poseer unos de los pocos teléfonos de la zona lo convirtió en la oficina eventual en el que se tejían las internas profundas del género, se sellaban las contrataciones, se cocinaban los contratos y se llevaban adelante extensas tertulias entre colegas.

Así, la esquina de Olmos y Maipú se presenta aún hoy como una pieza fundamental para absorber y entender de forma definitiva el género con tonada identitaria.

Al entrar, la historia nos envuelve de inmediato entre fotos amuradas, recuerdos colgados, gigantografías bibliográficas de los máximos referentes y un mobiliario que nos transporta inmediatamente 40 años atrás. Basta con sentarse unos pocos minutos para imaginar la atmósfera humeante de aquellos años.

Café de por medio, y si hay un “carlito” o lomito, mucho mejor, Bon Q’ Bon es el bar “notable” que destila mística y el único que puede tejer puentes insospechados como el que une al autor de gemas como “Cortate el pelo Cabezón” –Kustin- con el Mono de Kapanga.

Fuente inagotable, el barcito de la esquina sigue descubriendo historias como la que poco tiempo atrás reveló Luis Aníbal Cardini, parroquiano del lugar y autor del mega éxito “840” que popularizase nada menos que Rodrigo. “La canción me nace entre el sueño y la vigilia, y empiezo a tararearla en una mesa del Bon Q’ Bon”, le dijo al diario La Voz del Interior confesando que buena parte de la letra fue escrita en alguna mesa del lugar que atesora gran parte de la trastienda del cuarteto cordobés.